A veces uno tiene que olvidar o, si se prefiere, aparcar momentáneamente lo que sabemos, los protocolos y hábitos que hemos adquirido y que utilizamos para acercarnos a una obra de arte. Si nos proponemos abordar las cuestiones que pueden derivarse de la obra de Joël Andrianomearisoa no podemos empezar sino a partir de su imaginación poética. Aunque la obra no parezca presentar mayores desafíos, intuimos una corriente irresuelta, tal vez inexplicable, o tal vez hermética, cuando advertimos el contraste entre la especificidad de los títulos de sus exposiciones, y de los que el artista elige para sus obras, y la opaca abstracción general en la que se desenvuelven las mismas obras. Parece como si contemplásemos el encuentro entre dos entidades diferentes.
La exposición que Andrianomearisoa presenta en el Centro de Arte Alcobendas reúne un grupo de obras que en su conjunto se acercan a la abstracción desde diferentes registros. Sin embargo, ya sea a partir de textiles sobre lienzo, papeles, tapices, papel moldeable o collages, estas obras de Andrianomearisoa comparten cierta ambiguedad, que unas veces las relacionan con el paisaje y otras veces hacen vaga referencia a objetos y construcciones. En ningún caso, el artista se propone aproximarse a la abstracción desde una recreación o apropiación pictóricas, ni desde un posicionamiento crítico sobre la pintura o sobre la abstracción. La abstracción no es más que otro elemento para ayudarnos a disolver cualquier anticipación, cualquier narrativa preliminar. A partir de aquí, Andrianomearisoa nos emplaza en un espacio y una situación imprevisibles que comportan una interrupción constante de cualquier esfuerzo por acaparar la obra como finitud.
Estas obras, entonces, no tienen una voluntad anti-ilusionista, sino todo lo contrario. Aquí no confrontamos lo que sería esencial a la pintura—brocha, pintura y lienzo—ni existe una intención de implicarse históricamente con las prácticas materiales de la pintura abstracta. Aqui ni hay literalidad ni vocación minimalista sino en apariencia. Si acaso, las obras se acercan más a aquella pintura formalista que se proponía la inmensión mental del espectador en vastos campos de colores para impulsarnos en un espacio ficticio, como en el caso de sus textiles sobre lienzo Les Horizons Complexes (De l’Amour et d’un Romance), 2018. Incluso sus obras monocromáticas—me refiero particularmente a las diferentes versiones de su The Laberith of Passions, 2018—obvian la pintura y la abstracción sumergiendo nuestra atención en los pliegues y repliegues del papel negro y sus matices. Hablamos, pues, de una suerte de artimaña, manipulación o falsificación que nos distrae en la obra misma, en su factura, en su destreza y en su potencial. Pero, a primera vista, la obra no nos acerca a su significancia, ni este espacio nos facilita la articulación del discurso.
Esto no quiere decir que la obra de Andrianomearisoa sea auto-referencial o reclame para sí un espacio de autonomía. En realidad, el artista no está muy lejos de los “neo-conceptualistas” y “neo-minimalistas” que surgieron hacia finales de los 80 y durante los 90 para contestar, entre otras cosas, al subjetivismo, el emocionalismo y el posicionamiento heroico de los “neo-expresionistas”. Como aquellos, Andrianomearisoa adopta la abstracción para sus propios intereses. Como sugerí antes, la abstracción es un vehículo. Además, el artista es consciente de que la abstracción es una fuerza que opera tanto en el espacio de la economía como en el dominio de lo social. Para Andrianomearisoa, la abstracción también crea imágenes potencialmente poéticas y puede servir de medio para abordar su propia experiencia. La originalidad y la búsqueda de lo absoluto que caracterizó a buena parte de la abstracción clásica, desde Malevich a Barnett Newman, se sustituyen aquí por una ambiguedad y una ambivalencia que nunca acaban de resolverse. En este contexto, el artista no sólo parece liberarse de la anxiedad de la influencia sino que enfatiza su deseo por expandir el lenguaje visual.
Donde este perfil parece más evidente es a partir de los títulos de las exposiciones y las obras del artista. Aqui nos encontramos con un espacio diferente que en lo general no se corresponde al espacio de las obras, y cuando parece hacerlo, como en el caso de Los horizontes complejos, que parecen apuntar al paisaje, inmediatamente se disuelve en una especificidad que contrasta con la imagen que nos ofrece la obra: (Del amor y de un romance). El título de esta muestra es un ejemplo del establecimiento de dos espacios disyuntivos y complementarios—es decir, separados e intrínsecamente relacionadas entre sí—que, por un lado, extienden considerablemente el lenguaje visual de las obras y, por otro, establecen una alternativa y un dilema en el espectador. ¿En qué medida un título como No habíamos terminado de hablar sobre el amor—bajo el que se presenta la muestra de Alcobendas—informa y expande la obra que vamos a ver o que ya hemos visto? ¿Qué obras sugieren ese título? ¿Donde se emplaza al espectador?
En una reciente conversación con el artista, este reconoce que, como sospechábamos, el título de la muestra procede de Jean Genet. Ello, sin duda, nos sitúa en otro espacio mental y sugiere imágenes que contrastan con la opacidad de las obras. Como el amor interminable de Genet, estos títulos –que hacen referencia a títulos de libros, a poemas o versos, películas o nombres de grupos, etc—conforman un espacio de lo posible, contenido e intenso, en el que se nos permite elaborar toda clase de narrativas. Aquí se condensa la imaginación poética del artista y en el espectador se disparan las referencias y las imágenes, y nos hace partícipes de la obra. ¿Pero de qué obra hablamos? ¿Dónde empieza y dónde termina la obra? ¿Dónde debemos poner nuestra atención, en el espacio retinal que nos ofrecen los objetos y construcciones que nos presenta el artista o en ese espacio imaginario que son vestigios de otras ideas, de otros discursos, de otros orígenes?
Si por un lado existe una abundacia de oscuridad, el artista también celebra la luz. Decía antes que el artista utiliza la abstracción para crear imágenes potencialmente poéticas y para abordar su propia experiencia. De la misma manera, los títulos le ayudan a establecer interrupciones y disyunciones que subrayan los recursos de su imaginación y también el otro lado de sus intereses. En efecto, el artista vive y trabaja entre París y Antananarivo, Madagascar. Entre una y otra se desarrollan su arte y sus ideas y no podemos decir que una u otro lo determinen, lo signifiquen o lo fijen en un espacio único. Entre la herencia económica, político y social del colonialismo, la adopción y adaptación de las culturas coloniales, y la afirmación de la diferencia de su subjetividad y de la cultura de su pais se trama una disyunción, un contraste y un espacio dialéctico cuya condición no es la resolución híbrida de las partes sino el deslizamiento continuo entre una y otra, Como los contenedores sin contenido, vacíos, de su serie de Vestiges of Ecstasy, 2016-2018, la realidad del artista se compone de objetos e ideas de la memoria que se van moldeando con el tiempo, pero que carecen de contenido.
En este espacio intermedio entre la obra y “sus referencias”, entre los títulos y “la obra”, la disyunción y las interrupciones maniobran para que no podamos asir la imaginación del artista en un espacio resuelto. Aquí es donde se entretejen las ambiguedades, contradicciones y posibilidades que dan a la obra de Joël Andrianomearisoa su sentido y su profundidad.